MISOFONÍA, ¿POR QUÉ ODIO EL SONIDO?
¿Odias el sonido de una persona comiendo con la boca abierta? Ese sonido pastoso y blando, el chasquido de sus labios… Quizás te molestas mucho cuando escuchas el sonido que hacen los demás comiendo patatas, palomitas, cuando mastican chicle, incluso el de alguien respirando, o cómo pronuncia algunas letras o sílabas…
Para algunas personas ciertos ruidos que emiten otros son tan insoportables que provocan una rabia instantánea, automáticamente les invaden unas ganas terribles de atacar al otro, sus sonidos se convierten en una pesadilla. Esta afección se llama Misofonía y según un estudio publicado en el Journal of Clinical Psychology en 2014 sugiere que afecta al 20% de la población, siendo más frecuente en mujeres. Pese a su elevada incidencia, suele ser una afección que se sufre en silencio y por ello existe muy poca investigación sobre el tema.
Misofonía Vs Hiperacusia. Fenómenos que a veces se confunden.
El término misofonía proviene del griego “misos” (odio) y “foné” (sonido). De tal forma que las personas con este trastorno sufren irritabilidad o incluso pánico ante sonidos cotidianos. Algunos pacientes describen que la angustia que sienten es parecida a la que sentiríamos el resto si nos apuntasen con un arma. Los principales síntomas descritos por éstos son irritabilidad, ira, taquicardias, sudores fríos, agresividad hacia la persona que lo produce y ganas de escapar o de huir.
La hiperacusia y la misofonía son trastornos relacionados con una disminución de la tolerancia al sonido. Sin embargo, en la hiperacusia se percibe cualquier sonido que otra persona encuentra completamente normal con un volumen anormalmente elevado, hasta tal punto que llegan a causar dolor físico a quien la padece. En la misofonía por su parte, son los patrones de sonido o sonidos repetitivos como la tos o el masticar comida los que se hacen intolerables.
¿Qué puede causar este trastorno?
Las causas de la misofonía todavía se desconocen. Sabemos que se trata de una afección neurológica en la que se estima que las zonas del cerebro responsables de recibir los estímulos auditivos y en ocasiones los visuales, tienen una conexión directa con las áreas cerebrales encargadas de las respuesta de lucha o huida. De tal manera que un estímulo auditivo no peligroso, se malinterpreta como tal.
Otra de las teorías, según Pawel Jastreboff, autor de la Terapia de Reentrenamiento del Tinnitus (TRT), es que la misofonía podría tener que ver con el daño en la corteza prefrontal medial, similar a lo que se produce con el tinnitus (acúfenos).
Tratamiento en niños
No existe un tratamiento que elimine por completo la hipersensibilidad a los sonidos misofónicos, lo que se hace es entrenar a la persona para minimizar los efectos de una audición hipersensible. Algunas de estas terapias son la Cognitivo-conductual, técnicas de control del estrés y la terapia de recapacitación del tinnitus.
Antes de cualquier terapia, el primer paso por el que comenzar para cualquier familia es ayudar al niño a reducir la exposición a los factores desencadenantes. El niño debe tener la libertad de salir de una situación desencadenante, intentar que sufra los sonidos misofónicos sin las herramientas adecuadas para poder soportarlos es contraproducente y hace que se desarrollen nuevos sonidos desencadenantes.
El ruido en la habitación ayuda a reducir la claridad del desencadenante y por tanto la reacción refleja. Agregar música de fondo, enchufar extractores de humo durante la comida o permitirle que lleve auriculares con ruido blanco o sonidos de lluvia, reducen en gran medida la reacción a los desencadenantes.
Cuando un niño o adolescente sufre misofonía las consecuencias se padecen sobre todo en el entorno familiar, las peleas durante las comidas son constantes e incluso buscan el aislamiento del resto de los familiares, lo que suele afectar por completo al clima familiar. Es importante recordar que las reacciones de la misofonía no son controlables, el niño no lo elige, pedirle que deje de hacerlo es como pedirle a un diabético que su páncreas empiece a producir insulina. Si lo segundo nos parece algo impensable ¿por qué lo primero lo vemos plausible?
Marina García
Psicóloga Col. Núm. 15255
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