FOBIAS ESPECÍFICAS EN LA INFANCIA
¿QUÉ HACER CUANDO EL MIEDO ES DESPROPORCIONADO?
Daniel tiene 7 años, desde bien pequeño ha sido un niño miedoso. Se preocupa con situaciones de lo más cotidianas e imagina continuamente escenarios poco probables que cualquier otro niño de su edad ni siquiera se plantea.
Entre todos sus miedos, hay uno que prevalece del resto: el miedo a cortarse las uñas de los pies. Cuando llega el momento, llora, grita, patalea, suplica a sus padres que paren, procura escapar… Daniel vive esta situación como si de una tortura medieval se tratase: intenta aplazarlo al máximo, esconde las tijeras o el cortaúñas y cuando llega el momento de cortarse las uñas empieza a tensarse y ponerse alerta.
Sus padres ya no saben qué hacer, se sienten impotentes al ver cómo su hijo sufre a diario un auténtico terror cuando llega este momento.
El miedo exagerado que siente Daniel a cortarse las uñas se llama Fobia Específica.
Una fobia es un miedo excesivo y persistente ante la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos. En psicología, se enmarcan dentro de los llamados como Trastornos de Ansiedad.
Según el último estudio del Child Mind Institute, aproximadamente 117 millones de niños y adolescentes en todo el mundo han sufrido algún trastorno de ansiedad.
MIEDOS COMUNES VS FOBIAS. ¿QUÉ LOS DIFERENCIA?
Hay una gran variedad de situaciones que son generadoras de miedos en los niños durante sus primeros años de vida. Estos temores son evolutivos y adaptativos y es normal que aparezcan, pues su función es proteger al niño y hacerle evitar situaciones de peligro.
A veces estos miedos se vuelven muy extremos, persistentes e interfieren en las actividades diarias y habituales de un niño, condicionan la dinámica familiar y hasta pueden ocasionar daños físicos al propio niño o a las personas de su entorno. Cuando esto sucede, el miedo se convierte en objeto de intervención psicológica y va a requerir la ayuda de profesionales que asesoren a la familia.
LO QUE NO DEBEMOS HACER ANTE UNA FOBIA
- Usar la fuerza física para que el niño se enfrente al miedo. Así lo único que conseguiremos es aumentar la ansiedad de nuestro hijo, lo que probablemente intensificará más la fobia. Además, condicionará aun más la situación, convirtiéndose en un estímulo aversivo.
- Tratar de convencerle con argumentos y explicaciones. Las fobias son irracionales e impermeables a cualquier tipo de charla explicativa. Explicarle a nuestro hijo que no le va a pasar nada no va a hacer que desaparezca la angustia.
- Hacer que tener miedo se convierta en un premio. A veces sin ser conscientes de ello podemos estar reforzando la fobia aportando beneficios adicionales. Por ejemplo, cuando llegaba el momento de cortar las uñas a nuestro Daniel sus padres se centraban exclusivamente en él, dejaban de atender a su hermano pequeño, dedicaban mucho tiempo a convencerle y calmarle. Además, muchos días conseguía no cortarse las uñas tras agotar la paciencia de su entorno. Así el niño aprende que mostrando miedo y ansiedad no sólo evitará enfrentarse a lo que no le gusta, sino que también obtiene algo gratificante, como la atención exclusiva de sus padres.
- Perder la paciencia. A veces las situaciones fóbicas ponen a los padres entre la espada y la pared. Se les hace realmente complicado mantener la calma. Enfadarse, castigar o infravalorar el miedo termina empeorando el problema.
En cualquier caso, las fobias necesitan de atención psicológica especializada, basada en conseguir una aproximación tranquila y sucesiva a la situación o al objeto fóbico. Este proceso gradual se llama desensibilización, y ayudará al niño a ser cada vez menos sensible a sus miedos.
Los miedos son parte del desarrollo y los padres suelen convertirse en mediadores ante el miedo, proporcionando al niño calma y seguridad, la cual le da la seguridad para ir afrontándolo. Sin embargo, cuando los argumentos y gestos tranquilizadores no funcionan, el miedo del niño puede ser una fobia específica y deberá ser tratada por un profesional.
Marina García
Psicóloga Col. Núm. 15255
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